Debo empezar reconociendo que llevo una semana dura tras la muerte de Bimba Bosé, pero no por ella, a quien no tuve el gusto de conocer personalmente (sí conozco a su tío Miguel) , sino por toda la  miseria (in)humana que recorre las redes (a)sociales; de todos los improperios que he leído, aún no se cuál se lleva la palma.
A mí esa gentuza no me preocupa, son gente «no identificada», infeliz y que no sabe lo que es el amor. A mí me preocupan ahora mismo sus dos hijas, que llorarán mares a su madre, aunque públicamente nos hagan creer que todo está bien, porque una madre es una madre, por mucha familia que se tenga alrededor.
 
Miren ustedes, estos días he llegado a leer de todo sobre el cáncer, todo tipo de insensateces sin argumentar, claro está, desde la ignorancia y la falta de rigor periodístico.
 
Una de las reglas básicas del periodismo es la argumentación. Pero bueno, no todo el que opina es periodista o está académicamente formado para dar lecciones de nada, ese es el gran peligro de las redes (a)sociales, que son un vertedero de (des)información donde cabe todo.
 
Hace unos días, consultaba la página de la Sociedad americana contra el cáncer  https://www.cancer.org/es/investigacion.html Estuve calculando el tiempo que llevan investigando sobre el cáncer: desde 1946. Y me pregunté, ¿71 años y aún no hay una cura total? No pude resistirme y empecé a hacer llamadas telefónicas. Hablé con médicos oncólogos e internistas, farmacéuticos, investigadores de Hospitales de Madrid y Navarra… Eso sí, ninguno me autoriza a revelar sus nombres, por lo que formará parte del secreto profesional en mi profesión. 
Una de las fuentes consultadas me decía:
<<Como médico me lo he planteado miles de veces, eso y tantas otras cosas. A veces sacan tratamientos de un día para otro como si nada, como si siempre hubieran estado ahí, y los que mandan decidieran cuándo es propicio sacarlos.>>
Tras casi dos horas de conversación, me quedé con la siguiente conclusión.
 
En la prehistoria, los seres humanos morían de frío, o al enfrentarse a las bestias para cazar; también morían de hambre si no lograban comer. Posteriormente, se enfrentaban a las plagas, a las enfermedades infecciosas y morían porque no había antibióticos.  Para que nos entendamos, siempre había algo que hacía un barrido de gente y que, de este modo, formaba parte del ciclo natural de la vida. 
 
Ahora somos capaces de dar respuesta a todos aquellos problemas para no morir, pero lo que es cierto es que, si nacemos y no morimos, el planeta tierra no podría dar cabida a tanta gente. Para compensar la seleccion natural de Darwin que «de algun modo» nos hemos cargado con los avances en medicina, surgen nuevas enfermedades y la naturaleza ha respondido con el cáncer.
 
Pero ahora viene la segunda parte de la conclusión, en la que concluyo yo sola. Si fuimos capaces de poner remedio a todo lo anterior, ¿quien nos dice que no hayamos puesto ya remedio al cáncer? Y, de ser así, ¿quién o quiénes tienen la fórmula? ¿al alcance de quién está y al alcance de quién no? Es evidente que tienen que morir famosos, políticos, personajes públicos en general para que todos creamos que no se puede curar, por  lo que de existir una curación, está bajo llave.  
Siguiente cuestión. Si curáramos el cáncer, ya casi nada nos detendría de vivir mucho. La gente se animaría a tener más hijos y los medios ya escasearían para todos los que somos, empezando por el mercado de trabajo.
 
Tal vez la respuesta sea, desgraciadamente, por un lado, que los médicos son los últimos monos en todo esto, por mucho que se lleven los problemas de sus pacientes a casa y les dediquen horas de más; posiblemente, estemos señalando con el dedo a la gente equivocada. Y, por otro lado, que a los que mandan , no les interesa ahora mismo curar el cáncer.