Hoy es uno de esos días en el que no es nada recomendable abrir las redes sociales. No es que vayamos a descubrir nada nuevo, pero todo se percibe como en el Big Brother: magnificado.

El exagerao, exagera más que nunca, el mentiroso miente más que en toda su vida, el sabiondo está insoportable, y el negativo ya ni te cuento. El cornudo no, el cornudo es cascarón de huevo hoy, se le perdona todo al pobre hombre; hoy no cuenta. En definitiva, todos tratando de marcar su propia tendencia de lo que es estar enamorado.

Lo cierto es que lo que sí recomiendo es desconectar de todo lo que te diga o te imponga lo que tienes que sentir o hacer un día como hoy. Porque solo una sabe lo que lleva dentro, cómo y cuánto de fuerte te late la patata, si suspiras o no por alguien, por muchos o solo por ti misma, que también es lícito si es que es lo único que te sale.

Y es que ya hay demasiada gente haciendo un negocio de algo tan sagrado como es la libertad del individuo, del ser y sentir como le venga en gana. Faltaba más que hagamos literatura ya de ello, mucho menos maestros liendres tratando de filosofar y sentenciar todavía más para la posteridad.

El amor es algo demasiado importante y los seres humanos jugamos también demasiado con él. Así nos va. Y hablo del amor en el más amplio sentido de la palabra. Si de verdad fuéramos tan capaces de amar nos daría igual con quién se acuestan los demás, nos alegraríamos de la felicidad del prójimo cuando la alcanza, no trataríamos de hacerle la vida imposible al de enfrente o simplemente tendríamos bastante con nuestras vidas. Si de verdad el ser humano fuera capaz de amar, respetaría más, sería más tolerante con lo que no le incumbe, con lo que ni le va ni le viene.

Sin embargo, llaman países civilizados a aquellos en los que los individuos no matan por no tolerar o imponer culturas absurdas y sin sentido, por no llamarlo ya por su nombre al carecer de razonamiento científico en el siglo en el que estamos. Algo que llama cuanto menos la atención de los antropólogos, al observar que en la torcicera mente de las personas que habitan estas supuestas civilizaciones avanzadas, aún alimentan pensamientos negativos e intolerantes hacia sus semejantes, motivo por el que no se consigue la llamada civilización avanzada y seguimos estancados como sociedad.

El hombre debe liberarse de todos esos pensamientos y prejuicios para ser completamente libre y, hasta que no lo sea, no logrará crear una civilización avanzada, tolerante y una sociedad totalmente libre de prejuicios para convivir en paz con todos los pueblos del Mundo.

Hay millones de formas de amar, tantas como personas en el Planeta. Nadie siente, padece o se expresa igual a otra. Nadie tiene las mismas circunstancias, nadie camina sobre los mismos zapatos. Esto amplía mucho los caminos hacia la felicidad. Así que cada uno tenga el valor de encontrar el suyo. Sin complejos.

Feliz San Valentin a todos.